3 ene 2017

Protección psíquica en comidas familiares y otras anédcotas

Punto 1: Estoy empezando la revisión de las notas que tengo en mi portátil, y necesito publicarlas o eliminarlas para ir haciendo espacio. Esta que sigue es una nota que escribí hace tiempo, tal vez uno o dos años, y que tenía por ahí almacenada. Incluyo reflexión posterior.

Habitualmente me sucede, en las cenas de familia, con alguien que me acaban de presentar o con gente con la que trabajo. No soy capaz de mantener una conversación normal. No me interesa, me aburre pero además no sé hablar de trivialidades. No sé qué añadir, no sé hablar sin decir nada. No me gusta contar mi vida, hablar al final del día de todo lo que he hecho o dejado de hacer. No sé contar cotilleos, hablar de lo que me han contado, hablar de otras personas.
¿Por qué nadie habla de las cosas realmente interesantes? Con la de temas que hay a lo ancho y largo del mundo para tratar. Sería tan feliz hablando de los cambios socio-políticos, de educación, de música y cine, de religiones, de magia, de brujería, de si nos afectan o no los movimientos de los planetas, de la felicidad, de la vida y de la muerte, del destino, del amor, de arte, de arquitectura, de ciudades, de lo que uno piensa y de lo que uno siente.
Con la de cosas que hay para hablar, con la de cosas que uno puede decir, ¡¿queréis dejar de preguntarme por la maldita carrera?!
Supongo que por este motivo valoro tanto a esos amigos con los que se me van las horas hablando y hablando...
Luego llego a casa y la Santa Inquisición me pregunta que con quien estuve, que como le va, y no tengo ni idea de qué decir porque nos hemos tirado toda la tarde hablando de matemáticas, del cerebro, de series, de dibujo y de té. ¿Cómo voy a saber si le va bien o mal o si le gusta lo que hace?
Eso sí es magia.
Punto 2: dicho esto, es cierto que simpre me han resultado un poco difíciles las comidas familiares. Encontré que realizar un ejercicio antes de las mismas me ayuda muchísimo. El ejercicio consiste en realizar un escudo de luz a nuestro alrededor, seguro que cada uno tiene su forma de hacerlo, yo lo hago a la manera correliana, haciendo hincapié en cerrarme a toda energía indeseada mientras me mantengo abierto a las energías positivas.

Este ejercicio me resulta de gran ayuda por un motivo: lo que creemos de nosotros mismos lo creamos. Por algún motivo una de las cosas que yo creía de mi mismo es que era introvertido y no sé relacionarme con la gente. Es cierto que en ocasiones me cansa, y que hay gente con la que conecto mejor y gente con la que conecto peor. Pero al realizar ese ejercicio me deshago de los prejuicios que pueda tener conmigo mismo y con los demás y me abro, lo que resulta siempre muy positivo. 

Punto 3: más allá de las comidas familiares, me encontré que también me costaba abrirme a conocer gente nueva porque tenía miedo de resultar antipático, aburrido o vaya usted a saber lo qué. Pues hice un pequeño hechizo para sanar mi sombra que en resumidas cuentas consistía en quemar cosas que no me gustan de mi mismo y cosas que me gustaría mejorar. Tachán! Sorpresa, mi nuevo compañero de piso da clases de inglés y de conversación en inglés, por lo que tiene mucha soltura también para hablar. Un día estábamos comiendo juntos y va él y me suelta que conmigo era muy fácil convivir porque soy una persona muy sociable. (JÁ!) Me ha encantado ver de una forma tan clara cómo de distinta es la imagen que tenemos de nosotros mismos de la que los demás tienen de nosotros. A veces nos preocupamos tanto de cómo somos que nos olvidamos de ser.

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