26 mar 2017

Palabra y fotografía, o la importancia de ser certero

En mi primera clase de fotografía el profesor nos hablaba de la facilidad que existe hoy en día para sacar fotos, lo cual supone un arma de doble filo. Una mayor accesibilidad, así como una gran mejora en el almacenamiento de las fotografías hace que congelar una instantánea se convierta en un hecho cotidiano y muchas veces banal.

Pensemos en las cámaras de antes, las analógicas con carretes de 36 fotos. Cada fotografía tenía que merecer la pena, tenía que ser pensada y estudiada. Cuando en vez de 36 tenemos una capacidad casi infinita de almacenamiento, no concedemos tanta importancia a ese hecho, a la contención, al planeamiento, a la reflexión. Almacenamos cientos de fotografías en nuestros aparatos electrónicos que muchas veces no volvemos a ver después de realizadas.

Y mientras el profesor nos contaba todo esto con gran humor, mi mente no podía dejar de pensar en la ley del Silencio de la pirámide de los bujos. Nuestras palabras tienen poder, nuestro silencio también. Y debemos ser cuidadosos con ellos y usarlos con sabiduría. Y no me refiero a pasarse callados todo el día (cosa que por otro lado puede ser muy interesante), sino a medir muy bien nuestras palabras.

En generar esto se podría resumir en un corolario al que recurro con cierta frecuencia: ser conscientes. Ser conscientes significa estar concentrados en lo que hacemos y poner nuestra energía en ello. Fregar siendo conscientes que que fregamos, limpiamos, purificamos. Andar siendo conscientes de que caminamos, nos movemos, nos desplazamos. Hablar siendo conscientes de lo que significan e implican las palabras que decimos y, al igual que es necesario para aprender fotografía, sustituir el modo Automático por el modo Manual.
 
Cuando escuchaba a mi profesor de fotografía hablar sobre no sacar 100 fotografías cuando puedes sacar una buena, recordaba la importancia ser certeros cuando hablamos. Si no damos importancia a nuestra palabra podría perder su valor. Nuestra palabra es un vínculo con aquellos a quienes llega, y con nosotros mismos, tanto en la vida cotidiana como en nuestros actos mágicos. Si adquirimos un compromiso y no lo cumplimos, estamos demostrando que el valor de nuestras palabras es escasa y, por lo tanto, a la hora de realizar un acto mágico y realicemos un decreto o un conjuro en los que la palabra tenga un gran valor, éstos podrían verse afectados. Por ejemplo, si digo que me encargo de fregar los platos y no los friego, cuando diga que estoy lleno de enrgía y protegido, mi mente me dira: "O igual no".

Y ¿de qué manera podríamos mejorar nuestro poder verbal? Pues al igual que se trabaja en cualquier ámbito artístico, por proyectos, que pueden ser cosas muy sencillas. Podemos establecer compromisos, objetivos y retos con nosotros mismos, como meditar durante una semana todos los días  a las 11 de la noche si no tenemos la costumbre de meditar, o dejar nuestra casa limpia y recogida antes de acostarnos, leer esos libros que tenemos pendientes, etc. De esta forma reforzaremos nuestra fuerza de voluntad y el poder de nuestra palabra.

10 mar 2017

Dioses y Arquitectura, o la divinad como estética

"Hoy en día vivo a la Diosa primordialmente como expresión de la tierra y del lugar"  
Starhawk

Qué inspiradores son los viajes para reflexionar. El pasado verano estuve en Madrid y aproveché mi viaje para visitar el Museo Arqueológico Nacional (cinco estrellas), deteniéndome en los espacios dedicados a rituales y cultos, especialmente enterramientos debido a un trabajo que estaba empezando a desarrollar. Y quizás me hizo falta verlo de una forma tan explícita para que -no por primera vez- me haya llamado la atención lo siguiente.

Las divinidades tienen una cierta relación con la arquitectura. Ambas son la expresión de una cultura en un lugar y un tiempo concretos. Al igual que podemos identificar determinadas construcciones con naciones concretas, también hay ciertas divinidades que son indistinguibles del lugar de su aparición. No se podría entender el Templo de Hatshepsut en el norte de Europa ni el Stonehenge en el desierto egipcio, al igual que no podríamos pensar en Anubis siendo adorado en las antiguas Islas Británicas.

Y es que cada cultura, a lo largo y ancho del planeta y del tiempo, ha tenido sus divinidades particulares con sus nombres propios. En ocasiones se identifican las divinidades desconocidas de un pueblo con otras más cercanas, pero cada una posee particularidades que las diferenciaban de sus semejantes. Estos dioses no constituian una lista estática sino que un mismo pueblo cambiaba con frecuencia sus divinidades favoritas a lo largo de los siglos, estableciéndose distintos cultos, tendencias y corrientes que evolucionaban de forma dinámica.

Podría parecer que con la llegada del cristianismo se cortó este flujo evolutivo y se estancó, pero no es cierto. Distintas formas de pensamiento dentro del cristianismo se han ido sucediendo en el tiempo, incluso la proliferación de distintos santos y su patronazgo nos ponen en relación directa con el politeismo. La arquitectura también cambia, reflejando y materializando cada etapa histórica: Edad Media, Renacimiento, Barroco... tienen su estilo propio, hasta llegar al Neoclasicimo y los Hitoricismos (s. XIX), caracterizados por la copia más o menos efectiva de estilos anteriores. Fue el momento en que la Historia se consolida como disciplina científica y comienza un resurgimiento y fanatismo por las antiguas culturas, y por justificarlo todo en base a las mismas ("el Tarot y la Ouija lo inventaron los antiguos egipcios...").

La historia de la Arquitectura, quizás porque es la historia que mejor me conozco, me lleva a establecer vínculos con nuestra situación actual en el paganismo contemporáneo. Hemos desarrollado unas formas propias de culto y celebración que no son las antiguas. Tenemos creencias, filosofías y pensamientos que, aunque tengan una gran herencia del pasado, podemos decir que son propios de nuestro tiempo. ¿Por qué no tener también divinidades contemporáneas que se adapten a nuestra realidad? ¿Por qué no puedo evitar relacionar la Wicca con el Neoclasicimo y la copia directa de panteones antiguos?

Hablar de arquitectura contemporánea en un blog de paganismo es duro, lo sé, y más cuando el común de la gente asocia la arquitectura moderna con los horrorosos bloques de pisos de la burbuja inmobiliaria, o con idas de olla de artistillas famosos. Pero se podría decir que actualmente la arquitectura da respuesta a la sociedad contemporánea, tienen una voz propia que no está apoyada en elementos estéticos ligado a estilos concretos. De hecho, las mejores obras contemporáneas huyen de la ornamentación, dejando que los propios materiales que la consituyen y la ténica con la que se realizan se expresen.

La arquitectura romana tiene muros, bóvedas, columnas, cúpulas, pilares, vigas. Una catedral gótica también. Los elementos que la componen son muy similares en esencia, cambia el lenguaje, cambian las formas. ¿Podría pasar lo mismo con las divinidades? ¿No tienen todas ellas elementos en común que son inherentes al hecho de ser una divinidad, al igual que una casa tiene que tener muros, ventanas y techo? ¿Es una divinidad una forma estética, sujeta a modas, estilos, y corrientes concretas? Y de ser así, ¿cuál sería su esencia, su forma depurada? ¿Es la divinidad original tal y como la adoraban sus primeros creyenets? ¿o el arquetipo de la divinidad, entendiendo éste como su forma desnuda y despojada de elementos estéticos?

Me inclino a pensar que, al igual que se ha demostrado con la historia de la arquitectura, las divinidades que pertenecen a esta aldea global contemporánea acabarán dejando atrás los elementos estilísticos, los ropajes con los que se visten, la cultura de la que provienen. O tal vez lo hayan hecho ya. Quizás por eso han calado tan bien en el mundo de espiritualidad los conceptos de Triple Diosa, de Dios Astado. Porque son figuras eternas y que a la vez pertenecen a nuestra época más que a ninguna otra.